por Cosme Álvarez
El acto cotidiano de abrir el facebook se traduce en pasar largos minutos infértiles frente al ordenador; revela que la materia del insomnio no son las pesadillas sino que la verdadera pesadilla es carecer del impulso vital que en otro tiempo nos movía a buscar la vida de relación en las calles, donde además uno hallaba compañía, o bien soledad y refugio interior; vivir la vida en las calles significaba existir entre gente de carne hueso.
¿Hemos perdido nuestra porción de carne y nuestro tálamo de huesos? Tal vez. Nuestra época convive con dos episodios trágicos. El primero consiste en que el sexo ha encontrado morada en la mente de los hombres y no entre sus piernas; el segundo reside en el hecho de que la vida se ha vuelto más emocionante y viva a través del televisor y de los ordenadores que del vivir mismo. Más que un juicio moral, se trata de una apreciación objetiva de los horrores con los que convivimos cada día.
Escaparate pero también espejo, facebook hace visible nuestro desdén por el tiempo. Sacrificamos minutos creadores en favor de la nada, somos tejedores de imágenes para los ojos ajenos. Si observar el televisor es sacrificar la porción de eternidad que le corresponde a nuestro ser, facebook, o cualquier otro programa mecánico, convierte nuestro cerebro en la rueca de lo infértil. El hombre se ha vuelto hilandera de imágenes.
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