lunes, 1 de agosto de 2016

Oscura (1996)

Por Cosme Álvarez
(poeta mexicano)




A Cosme Emiliano


Intenta decir,
como si fueras el primer hombre.
          Rainer Maria Rilke


UNO


Decirlo todo de nuevo,
como en el sueño no vivido entre la sombra
de palabras que no saben lo que dicen y palabras
que no dicen lo que saben
bajo el peso siempre medido por la conciencia
de quien no quiere sufrir de nuevo.

Decir qué cosa para los quiénes de cuál orilla.
Decir acaso lo que no vimos con los ojos
la primer noche de nuestro llanto.



Ésta es la voz de mi delirio,
la borrachera de la conciencia entre los dedos,
el primer día dentro del mundo,
la voz que ya no suena detrás de la máscara,
mi voz y no la de los otros.
El viento sopla y es otra voz que reconozco,
invisible y misteriosa, cruel pero divina
para el que oye con los párpados cerrados.
Ésta es mi voz, aquello es el viento.
Mi corazón conoce la diferencia.



Viajo huérfano en el barco sin puerto del horror,
soy el capitán y el marinero.
Ninguno de los dos tiene refugio.

Pero hay que decirlo todo de nuevo,
el viento llegó invisible, sin fragmentos,
y trajo consigo la tormenta
y el mar nos persiguió toda la noche;
alcanzar la otra orilla que crece en nosotros
haciendo estallar los puentes a la costa;



y vimos un dibujo en la memoria,
y escuchamos el negro sonido del silencio
y supimos que la tierra ya no estaba.
¡Que estallen, que estallen
los puentes a la costa!
Vimos el mar, sin preferencia alguna,
y supimos algo nuevo.
¡Que estallen, que estallen!
La fe se deslizó por mis oídos
y cayó en un mar sin origen



los puentes a la costa,
y estalló la certidumbre,
para decirlo todo como en el sueño;
el viento fundó un nuevo vacío en la razón,
y ahí tuvo su hogar.





DOS


Hemos perdido el mundo
desde la tarde que salimos pensando en otro mundo
sobre el espejo que construimos con Prometeo.

Nadie habrá de irse
sin antes ver con horror su miedo
a vivir la media oscuridad que heredamos
bajo la forma de los deseos que petrifican
el agua humana que hemos perdido
entre los dedos y el negro espíritu contemporáneo.



Nadie habrá de irse;
el hábito del orden es un sueño
que soñamos en el hábito del caos,
no hay nadie en el mundo,
esta luz en mi costado es un ángel de mi cuerpo.

El viento llegó con su tormenta de viento dominante;
y dije oscura como si fuera la lejanía
de nuestro cuerpo perdido adentro del espejo.
Nadie ha vuelto ahora.



Vamos a ser la forma de nuestros sueños;
un palpitar de orgánicas luces,
la ballesta desconocida por nuestro cuerpo.
Porque no hay que fabricar nuevas maneras
para ser el instrumento de la noche
en la paz desposeída de uno mismo.

Somos la forma de nuestros sueños.
Yo desciendo por este cielo de oscuro acantilado;
viajo huérfano en el barco sin puerto del horror.



Porque es menos doloroso vivir
que apuntar nuestra flecha hacia el abismo
de la sangre que nos hace comprensibles.

Viajamos en el barco del horror,
el aire toca su trompeta de los cielos.





TRES


Decirlo todo como en el sueño,
decir calladamente lo que el viento
levantó como su templo en la conciencia
del hombre solitario que anda en busca de sí mismo
navegando sobre un mar que ya no encuentra.
Y toda la tierra fue un cuento de hadas,
y el océano un paraje inmaterial,
y el barco un aullido del viento.
Los astros ardían hondamente en el cielo
pero hay que volver a nombrarlos.



Digo oscura como si fuera la lejanía
de un barco interpretado por el agua
en un mar que sabemos sin orillas
o en la tierra que no aguarda por nosotros.

Yo camino sobre este acantilado,
una voz me dicta y me nombra.
¿Es mi voz o es el viento, este viento
que arriba sin origen a mi cuerpo
dejándolo vacío con su estruendo?



Grito oscura como un sueño en la penumbra
del espejo solitario que refleja el desconcierto
de un cuerpo que es imagen de otro cuerpo.
Grito oscura, pero ya nadie me escucha.

¿Quién, si yo se lo pidiera, querría
ponerle vallas a este viento de oscuro cielo
que grita en mis oídos su negritud sin procedencia
y ensordece al corazón desposeído
con los golpes de su cumbre indefinida?



Digo oscura y es el grito y la distancia
de mi cuerpo reflejado en el espejo.

Porque es menos doloroso vivir
con la gracia del relámpago y el fuego
que pensar en el fecundo instante negro
del amor en nuestra hoguera o en la llama
que obedece el pulso ciego de la sangre;
vivir con las últimas cosas que nos quedan
de un desorden de origen impreciso.



Pero hay que decirlo todo de nuevo,
levantar el sueño como único reino
donde el caos ocurra sin nombre y sin historia
como un río que no avanza y se mueve
bajo puentes que no unen las orillas de los ángeles.
Encarnar la sensación de nada fértil,
como quien persigue con ojos encendidos
el mar y el aullido luminar del viento
sobre un barco de proa despostillada
y austeros mástiles inclinados sin esperanza.



Inventar la otra orilla en el sueño,
en la unidad sagrada de la noche;
pasar sin atributos por el reino,
pasar sin origen por el agua.


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