sábado, 1 de octubre de 2016

Breve antología

Por Alejandra Ziebrecht
(poeta chilena)


(Regresa al Índice general)
Estoy escribiendo una carta de olvido
y no sé hablar de lo que fue
de lo que antes hubo
es como estar en el borde
sin ganas de aventurarse
era yo la que amaba
los rincones de tu cuerpo
la investigadora insaciable
era yo
ésta
la misma que no sabe escribir una carta de olvido
la que intenta y  no sabe
afuera llegó la noche con su luz apagada y todo
me parece un fuego extinto
una burla
lo que no pudo ser
estoy escribiendo con la afección de la primera vez
que escribí una carta de olvido
y no aprendo esta maldita costumbre
por eso de nuevo
estoy donde mismo
con la misma bata
sentada al amparo de la noche
es verano afuera
una noche de verano
los jóvenes enloquecen y se tocan en las esquinas
y  aman lo de encima y lo profundo
luego se van sin hacer ruido
pasan por mi ventana
adentro sigo intentando
que caiga una letra como una gotera en invierno
algo mínimo
desconcertante
acaso para esto sirva el amor
para entumirnos en una noche de verano
para dejarnos expuestos
tiernamente rabiosos
vencidos
estoy mirando un cuadro en la pared
fijo
miro la jovencita de Klimt
vencida por el trazo diestro
miro los girasoles de Van Gogh
y la noche como la galería donde el gran bosquejo
del mundo se confunde
y se hace nada
intento no decir que eso era el amor
altivo
como los senos de Gala en el cuadro de Dalí
intento contarte que una carta de olvido
es algo simple como cegar estrellas 
como tomar vacaciones de uno mismo
como recoger un perro muerto de la calle
acciones varias  que no cambian el resultado
intento escribir para soltar un puñado de tedio
alivianarme
dejar de pensar
recurrentemente
en los pedazos gastados
en las partes del cuerpo que luego se entumen
como si mirásemos atrás y nos hiciéramos de sal
y luego la osadía de recuperar el tiempo
irrecuperable
marcar números en la libreta
decir que sí
que nos veremos
a los extraños
sentir de nuevo como sentíamos
antes de la carta de olvido
es decir antes de fumar hasta la madrugada
antes de sentir que un desconocido ha entrado en tu cama
antes de creer lo increíble
una foto en sepia de lo que amaste
hace tan poco
un minuto
que semejaba años
miro los ventanales que se extienden como venas de la noche
estoy sola
tomo mi cuarta taza de té
y  prendo otro cigarro
algo navega en mi pupila izquierda
y zozobra en la derecha
mientras escribo
los girasoles de Van Gogh
se crispan
los girasoles son Van Gogh
como yo soy lo que escribo
como Chopin es  la Marcha Fúnebre
esta es una carta de olvido
que no está llena de memoria
es solo la constatación de un hecho
un mero trámite
que será archivado
junto a otros que comiencen con o
solo escribo para no ver
sino una noche larga de sílabas
medianamente inteligibles
y no pensar en el cuarto
ni en la cama
donde está la sombra
de ti
merodeando
tranquila
como un murciélago
atrapado entre las sábanas
escribo una carta como si viera una película
en retrospectiva
y en cámara lenta
paseo por la pieza
fumo
el olvido tiene un ruido de trampa que cae
como un lápiz sobre la hoja
de golpe
y ya no importa
                                                                   Del libro “El sueño”

Ausencia
Aquí no hay nadie
no venga le digo
que no hay nadie
solo su reflejo
cuando se acerca
yo también creo –sabe -
a veces me traspasa la impaciencia
y creo
Pero no hay nadie
ni aquí ni al lado
ni mucho más allá de sus ojos y los míos
Nadie
Alguna vez pudo haberle sucedido
asegurar que ve algo
el tiempo por ejemplo
pero el tiempo  se percibe
lo mismo la vida
o la muerte
si nos ponemos serios
ninguna de ellas
viene a decir verdad
porque aquí no hay nadie
tapas de féretros hay
maderas antiguas que bailan
con el viento
pero muertos no
porque no hay vida – le digo –
aquí se engolosina la tarde
en su danza
aquí la noche es como el día
juego  de matices
Muros agrietados hay
y pasadizos
y peñascos
y escaleras
y áticos
y sótanos
y usted mirándome con mis ojos
Pero aquí no hay nadie


Por intuición
la boca
al centro
roto el equilibrio
trisado el orbe
de tu rostro
pariente del mío
Mapuche
Inca
Afgana
Siria
No sabemos leer los signos
eso dicen
Que no sabemos leer los signos
Son ellos los que atrapan al sol
y engullen el corazón de los vencidos
Pero nosotras
no sabemos leer los signos
Eso creen
Hipatia los leyó
supo delinearlos
definirlos
Safo  también lo supo
y Fresia
y Juana Inés
(devota por sacrificio)
y María de Magdala
(difamada celadora)

Por intuición
como las putas advierten el peligro
llegamos aquí
y te reconocemos
entre los pedazos que te quedan
te reconocemos
hermana juiciosa
heroica hermana
de México
de Chile
de  África

Dónde sea que estés
te reconocemos
vamos por ti
Te rescatamos del olvido
Te hacemos sangre y grito en el poema
Por pura intuición
                                                    Del libro “Crímenes de familia”

Poema III 
¿Alguna vez encontraré a la Maga?
Pregunta Oliveira
en un café de París
arrojando barquitos de papel a los charcos
Como hilos de Ariadna
Como pensión de alimentos
Como partición de bienes
La Maga
que camina solo con los recuerdos
del pequeño Rocamadour
y los besos tibios de Horacio
tropieza con Violeta Parra
en un banquito del parque
sostienen una larga plática
que la convence  de lo baldío del amor
La Maga pensó en Oliveira
le imaginó anciano
rodeado de libros
deduciendo todo con la razón
intentando  explicaciones  para la belleza
Mientras ella oía apenas el corazón hambriento
de las niñas en África

Entonces pensó también en lo inútil
de confundir un paraguas con un insecto
y más peligroso aún
la sangre que circula dentro
con la que se derrama afuera
(las analogías)
La Maga concluyó que la razón
sirve  para precisar la dirección de un misil
la caída exacta de una bomba
o  un infame  gas asesino

La Maga encontró también  la certeza
que otorga  impulso a la existencia   
Es la vida  -le dijo
en una breve carta a Oliveira-
es decir el corazón -proseguía-
lo que siempre brindará
la facultad de lo correcto
Y es lo correcto
quien impedirá
la oscilación de lo inestable
“Y no hay excusas”
Escribió a modo de firma

Oliveira
que seguía preguntándose si la encontraría
al dar vuelta una esquina
una página
un sueño
comenzó a entender que el barrio
la ciudad
la tierra
se habían tragado hasta su nombre
Alguien le contó
que la vieron en Santiago de Chile
 o que encontró pueblos primitivos
de los que no hay registro
Otros le aseguraron que repartía
cafecitos por las noches
a las putas tristes
Algunos que comandaba una revolución
Que organizaba a las mujeres en Guatemala
en Afganistán
Alarmado escuchó también
que habría gritado su nombre
antes de morir lapidada
Las cartas que él le escribió
a todas las direcciones posibles
le fueron devueltas
Por las noches Oliveira soñaba con las Tres Furias
las tres tenían el rostro endurecido
Le decían en el sueño que sus látigos vengarían
los crímenes
las violaciones
las lapidaciones
los exterminios
las mutilaciones
Oliveira  asegura que las tres eran la Maga
Pero nadie cree aquello
Hoy conversa consigo mismo
a solas con su corazón
donde Ella acude
al único lugar que Ella acude puntual
Esbelta
con la cabeza
llena de serpientes
                                                      Del libro “Crímenes de familia”

Poema VII
Silvia Plath
temblando en el mar descuidado de la vida 
ahogada por la miseria
y el gas
se nos parece
como las señales lúdicas
al ritmo poético
Pero el verso es libre
no el tema del verso
ni quien lo escribe

El verso es libre

Silvia creyó que esos aleteos
esas menesterosas campanitas en su cabeza
eran la llave para liberarse
Entonces les dejó salir
hasta crear otro mundo
atrapado en un cordón umbilical
que conectaba por ambos lados
con la muerte
Una ecuación cósmica cuyo resultado
era la imposibilidad de despejar la x
de su existencia
Los versos eran gusanitos
esparcidos por la casa
metáforas de las variables del éxito o la derrota
Ella es mi semejante
Arrancada del absurdo drama de la porfía
Exiliada de la devoción
encendida como llama
agitada como braza
escapada como cenizas

                                                                     Del libro “Crímenes de familia”

Poema XV
Qué tiene el día entre sus dientes
Aparecen amapolas entre las fauces de la tarde
Aparecen girasoles en la memoria de la noche
Pero qué tiene el día entre sus dientes
Pedazos de gato tiene
muriendo entre el follaje
despedazado por el miedo
Que pase el viento y arrase 
Que pase el olvido y arrase
Un cuadro en la pared se sostiene temblando
Después de eso se derrumbará todo el silencio
y se oirá el mordisco
La trituración de la tarde
La fractura de las palabras
El día agotado y sangriento
El gato no lo verá
Está ciego
                                                                Del libro “Crímenes de familia”

Cuatro paredes
Hay un águila que cruza la noche

extraño presagio del derrumbe

Me aferro a la elocuencia del silencio

al cause sin freno de lo posible

porque no alcanza el tiempo para buscar un eco
del grito que nadie pronuncia 

Me han hablado unos libros de mi casa
aquella construida en la memoria
He dormido en sus peldaños de ladrillos
y la hoja del libro que era mi cobija alzó su velo de pasado

Mi casa se ubica al borde del infierno             
Mi casa se puebla de presagios
Los vivos y los muertos se quejan de lo mismo

Cruza la noche un águila que ha parido la noche
ajena  al riesgo que algo  me provoque
Porque todo puede ser solo el resumen de este libro

Volvamos a revisar las cosas

Unos libros me han hablado de mi casa y un águila cruza la noche
Los vivos y los muertos se quejan de lo mismo
Me dormí en la página que alzaba una nube de recuerdos
Contemplo la noche y me duele el golpe de la espera
Una niña llora la lejanía de ésta que describe su llanto
La razón es un signo del vacío
El tiempo un cauce de lo posible
Sólo existe la memoria que en su fondo
atrae un paisaje de cenizas
                                                           Del libro “El mar de los que fueron”

Aun cuando todo
y eso
saliera de allí
parido en su humedad 
Aún si
alumbrase lo oscuro que pende
de los labios
atacando al miedo
Todo
y eso
no fuese sino un cascabel tirado
sonando
su mansedumbre
de juguete ciego
La calle desolada
las cosas indefinibles
se abrieran
Aún cuando todo
fuera un árbol
cortado por el filo
Eso
mil veces eso
pulularía por mi costado
cicatriz
grillete
pertenencia
invalidándonos
Porque no es su nombre
sino todos los nombres
(Su jauría interminable)
Aún cuando
encendiera las respuestas
no acuñaría su juego
no revelaría el motivo
de este desgano
Sobre toda la existencia
hay una interrogante
un signo
una risa leve 
como si eso
nos mandase el cuervo
de sí mismo
En el sueño
eso es la vinculación
los mínimos destellos
el vuelco
un pensamiento
la pesadilla
abiertos los ojos
pero cegados
hundidos
temblando
Afuera es la vigilia
donde ocultamos
eso
                                                               Del libro “El sueño”

Era otoño o quise que fuera otoño
que todo se desprendiera de su centro
que las calles –tú sabes – se vieran como en la película
con una transparencia de ala en vuelo
Era tarde y había ebrios
y teníamos miedo de la calle y sus peces
y del ruido del mar al lado nuestro
como en la película  –quise pensarlo –
Empezaba una llovizna que nos blanqueaba el pelo
como si hubiéramos estado años
parados donde mismo
como un efecto especial de la película
Y había un gato negro que llamábamos presagio
y había un gran silencio cortando la noche
llevabas el abrigo que usaste en la primera cita
como en la película
fumábamos con avidez los últimos cigarros
yo venía de un viaje corto
que lo cambiaría todo
un indicio apenas de lo que vendría más tarde
yo no pienso que el amor
o la muerte duren para siempre –susurré –
antes de entrar al hotel que era lo único
que incendiaba la noche
tu me besaste –como en la película-
me dijiste no te mientas a ti misma
entonces comencé a entregarme
pensando en un marinero –como en la película –
tú afirmabas que esa noche sería irrepetible
afuera los peces se revolvían con el mar
Era la madrugada como un telón rojizo
y estábamos cansados y teníamos miedo
sobre nuestro rostro habían otros rostros
como en la película
un alud de recuerdos nos tiraba a la calle
afuera yo no era yo y tú no eras tú
así que nos saludamos cortésmente
como en la película
En esa hora precisa de la tarde
guardaban la noche en un rincón de utilería
yo te hice una seña de adiós con la mano
y me quedé observando la lluvia
los peces de papel maché
el gato de mentira
el espacio solo
olvidándote
como en la película
                                                                              Del libro “El sueño”

No soy la misma
No soy la misma
no
la misma nunca
ahora
me fugo
escondida vivo
de lo que es
de la vida
la misma que buscaba
la misma
ahora me encierro
me refugio
y siento que todo pasa
y no me importa
que todo pase
o que nada
soy el topo
Franz
el topo de la Torre de Babel
escribo un diario del fracaso
que luego me olvido de recordar
recibo con atención a los amigos
me saco el sombrero Hölderlin
los saludo a todos
con respeto
con desprecio
porque escribir es padecer
un caso clínico
es toda la ceniza que dejan las cosas quemadas
dice Elliot
y humildemente agregaría 
que es también
las cenizas dispersas en el viento
las mismas
haciéndose nada
porque no ser la misma
significa necesariamente
al parecer
ser otra cosa
No sé cómo explicar que no se es
a secas
que lo que se arrastra por la tarde
es un espacio
de donde uno estuvo
cuando fue
es decir un peso físico
el peso del vacío
vivimos en el vacío
vivo
naufrago
todo el tiempo
me digo
qué haré con todo el tiempo
que dejó de importarme
luego pienso que el tiempo
es otro vacío
imaginario
que si no estoy
los poblados de mi tiempo
se derrumban
se descascaran
desaparecen
no soy la misma
porque he desaparecido
en la locura de escribir
más aún en la locura de vivir
o en escribir desde la locura
Marguerite ya lo dijo
cuando escribo…etc. etc.
Abro y cierro puertas
sin esperar a nadie
el olvido no es largo Neftalí
es más tediosa una memoria perpetua
que circule
sobre las mismas cosas
eso me dice Borges
que siempre fue él mismo
en los espejos
arañándose los ojos
de tedio
ahora escucho campanas innecesarias
para este poema
campanas como timbres
en edificios solos
donde he fumado
pensando en lo que haría
si fuera otra
después todo lo he tirado
pensamientos
deseos
borradores estúpidos
estúpidos lazos
me quedo con los cigarros
humeando
con la marca de mi labio
cuando me levanto
cuando me acuesto
la foto de Virginia a mi diestra
la foto como si fuera tinta
como si me llamase
donde no hay nadie
porque no soy la misma
mis tristes fantasmas
si hasta Bécquer los abandonó
en una biblioteca
y se fue a morir
solo
porque no era el mismo
no era dueño de nada
masticó su pan
tragó su sangre
y se fue sin hacer ruido
persiguiendo el aire que se le iba
Se puede no ser el mismo Rimbaud
se puede ir por el mundo sin pierna
sin poesía
vivir mutilado
mirarse con ojos nuevos
cuando se traspasa la aventura de ser
la complacencia
el estudio
de nuestra geografía
Alejandra Ziebrecht
de nuestras vidas pasadas y por venir
no deseando otra cosa
abro y cierro puertas
saludo a todos con desprecio
sobre todo a aquellos que guardan silencio
un minuto
tan solo uno
ante el absurdo
que nos hace creer
que siempre
siempre
somos los mismos                  
                                                           Del libro “El sueño”

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