sábado, 1 de julio de 2017

Fin del tiempo

Por Víctor Toledo
(poeta mexicano)




Preludio

Vivimos en tiempos de guerra permanente, delitos, represión
Y bajos reyezuelos sanguinarios.
Antes que nada debemos proteger nuestras murallas
De nuevo medievales (nuestro ejército: nuestro enemigo)
No dejemos por eso de gozar y cultivar nuestros jardines interiores
(Guardando más tesoros que Le Goff).
Cuanto más que la paz que provocan es tan necesaria
¡Cuánto extraño aquella rosa de perfume salvaje y delicado
Su corte y su cortejo, lanceando al feroz dragón del tiempo
Congelando las llamas del instante!
¡Aquella Puerta, aquella luz dorada por donde me fugaba
Al Paraíso del sonido, del hiato y de la Letra!
La casa abierta de la infancia y de la adolescencia.


En la montaña

Leyendo un libro de poesía clásica china
Me digo: Li-Po y Tu-Fu, eran unos borrachines solitarios.
De pronto me doy cuenta que vivo una situación muy parecida
Moro solo en la montaña y me alegra siempre el vino
En el jardín de la Vía Láctea sólo las estrellas y las flores,
La luz y la naturaleza, conversan conmigo.
Abajo, el ruidoso resplandor de la ciudad es un lejano río.
Es mi reino. Tu-Fu y Li-Po se ríen de mí
Li-Po se embriaga siempre acompañado por su sombra y por la luna
(Magnífico trío de camaradas)
Tu-Fu por la melancolía del amor, la justicia y sus amigos.
Pero yo me río también
No sólo tengo a mi sombra y a la luna
Mi libro y ellos me acompañan
Y con el resplandor rubí del vino,
Que hila las horas entusiasta con el rubor de la Vía Láctea,
Somos un grupo ya considerable.


El instante maravilloso
(paráfrasis de Pushkin)

Apareciste ante mi puerta como un rayo deslumbrante
Por ti deseaba ser un gran poeta y alcanzarte,
Un Viento liberando a su país
Y el ritmo del cosmos, algoritmo marino, giró en mi corazón.
Pero el tiempo pasó, montando una racha helada y gris
Los años soltaron sus crines revueltas y no te volví a ver:
La oscuridad reptó en mi rostro, se enroscó en mis ojos
Y ennegreció mis labios con su veneno azul.
Mas el tiempo pasó, aún con su dolor sin fin,
En una de sus esquinas -la tormenta- te descubrí otra vez
Surgida del blanco remolino: genial aparición
Del más puro confín de la belleza.
Y otra vez habló ante mí aquel oro de Saturno
Y el entusiasmo astral de su contemplación
Volvió a encender mi rostro.
Y recordé al poeta que pudiera ser
Al loco del abismo que pretendía salvar a su país
Y el ritmo del cosmos, girándula de ámbar, nocturno girasol,
Volvió a arraigar en mí.


El perro flaco

Veo al perro flaco abandonado
En la azotea de la casa de enfrente
-Increíble equilibrista
Con la fuerte y larga garrocha del viento
En el hocico-
Da vueltas pasmosamente
Aterido bajo la cerrada lluvia
Sobre la delgada barda
Al borde del abismo, en el hilo de la muerte
Bordando su destino.
Preso en la azotea de la nada
En la neurosis de su triste suerte
Con los barrotes filosos y helados del aire.
Continuamente se resbala pero no termina
De precipitarse al fondo de la lluvia.
Prefiere pasar frío y no caerse
Por mirar a la calle y distraerse del vacío.
Ahora es una sombra empapada
Bajo la tormenta de la oscuridad
(La piel tostada de la soledad
En el sol negro de su melancolía).
En el extraño y vertiginoso equilibrio del mundo
Siempre hay alguien más solo.
Alguien que está más preso entre la nada
Y la frialdad del orbe.
Al fondo, el lago:
Lejano ojo con nubes que lo observa
Cómo da vueltas y vueltas a su muerte
(Como si fuera un suicida consciente y consumado
Y un alto acróbata confiado)
En ese desteñido carrusel de perros sombras
El perro no está sólo: pues Ella siempre le acompaña
Aunque él parece ignorarla totalmente.


Con-pasión

Él tenía compasión porque los árboles dormían de pie
(Porque morían así)
Porque el agua no dejaba de correr
Ni la cascada de reír o de llorar.
Tenía compasión porque era su pasión
Porque así el mundo para él era mejor
Una lección de comprensión por el otro
Que es su verdadero Yo
(Lo que Cristo o la Poesía le dejó).
Tenía compasión por el amor
Que no dejaba alguna vez de odiar o de sufrir.
Y porque había que perdonar.
Compasión por la pérdida de la pasión.
Y por el sol que cada noche se apagaba
(Más y más)
O las estrellas que dejaban de brillar
O creían perderse como Melusina
Por siempre en el  arroyo
De la metamorfosis
Ofelias ahogadas por el peso de la luz de sus vestidos
Perséfones raptadas por el Hades
Muchachas de cabellos blancos
Coro de Kores, Fonías, sin-fonías.
Y por las nubes que perdían su forma
Por culpa de su Forma
La forma, el retrato, del instante.
Por los días como hojas de oro del otoño
Por las noches de metal
Ya olvidadas del nagual.
Esas cuevas de tesoros en sí mismas sepultadas
Y las brujas que ya no podían volar
En la luz artificial de las ciudades.
Compasión por los palacios de madera de Estambul
Incendiadas Arcas de Noé
En el diluvio de la nada.
Compasión por los que no tenían compasión
Por el tiempo y su ilusión
Por la hetera o luminosa eternidad
Porque aún escurre oscuridad.
Compasión por el lado oscuro del azul
Por el lado enfermizo o vergonzoso del verde o amarillo.
Compasión por el niño que envejecía cuando crecía
Alegremente
Por sus rostros que olvidaba, y capa tras capa acumulaba,
Máscaras más caras para el padre,
Por el viejo que era un niño.
Compasión porque al envejecer
Sus hijos dejaban la casa poco a poco
Y era un niño abandonado por sus padres.
Porque no jugó mucho con sus hijos
Y mayores no platicaron suficiente
Como no lo hizo con su padre cuando éste lo buscaba.
Compasión por su falta de sueño
Porque en él se reencontraba con mamá y con  papá.
Por la belleza de la prostituta
Y por su comprador.
Por los pobres y los ricos
Su miseria y sus hambres tantálicas sin fin.
Por el albañil que construía
Palacios que jamás alcanzaría
Y se consolaba con el retorno a su barraca
Bajo el alba azul y la cúpula del sol de oro
Como si el mundo fuera su palacio.
Por el humilde jardinero que amaba el jardín dorado
Como si fuera suyo
Y las rosas a él solo esperaran
Y sólo a él dijeran sus cósmicos secretos.
Por la juventud que esplendía
Sólo un día como un dios.
Porque Dios era sinónimo de eterna duda
Y Él mismo de su Padre al fin dudó
Mas no del éter de la eternidad.
Por los dioses olvidados por sí mismos.
Por la vida que vivía por la muerte
Porque ésta se compadecía de la decrepitud y enfermedad
Porque servía al renacimiento
Sin ninguna comprensión.
Porque así fue hecho el mundo.
Por los pueblos eternamente engañados
Por gobiernos de izquierda o de derecha.
Compasión por las madres que no podían dar a luz
Esta oscura luz de la resurrección.
Y una cósmica compasión por los padres que perdieron a sus hijos
En la pérdida del alma del país: Catástrofe universal de la biolencia
Porque un hachazo cósmico
Les tajó la continuidad de su inmortalidad
Y estaban verdaderamente solos
                                                        Solos en el infinito.
Y los padres azorados de los jóvenes suicidas
Por el profundo sinsentido.
Compasión por su compasión.
Por Él mismo que es el Infinito.
Que es su Padre.
Por los bosques que se esfuman:
El insomnio de sus aves.
Por la aceleración del tiempo
Que lo arrastra a su final
Arroyo cayendo en el hoyo oscuro de su yo.
Por los mares y los lagos que son sólo secas cicatrices.
Por el cosmos y su gravedad en grave edad.
Compasión por las piedras del camino que no quería pisar
Obstinadas en no llorar ni hablar
Por su brillo o por su opacidad.
Compasión por la mala hierba que arrancaba
Como jardinero
Porque no era mala y no tenía lugar.
Compasión por el iluso
Y por quien no tenía ilusión ni creía en Dios.
Compasión por la alegría
Que no debía perder (ligeras alas).
Compasión por él y por la compasión
Que no olvidaba la ironía.
Compasión por los poetas pedantes y grises como campos
Infestados por los grillos.
Compasión por sus amantes porque sus peleas
Debieron terminar en risas.
Y  porque amó a quien no debía
Y a quien debía de amar nunca la amó.


Me pidió un hijo Betsabé

Me dijo Betsabé que quiere un hijo mío
Y sin pensarlo mucho le he dicho que sí
Ambicionando sus tesoros
Diosa Madre de formas calipigias
Que guardan el secreto de la vida
Y derrotaron a la muerte.
Tiene dos enormes lunas de almíbar:
Rebosantes gotas de Vía Láctea,
Su vientre dorado es tierra de leche y miel
La pradera encendida del Paraíso cuando me llama,
Y su gruta esplendorosa confirma que es la Diosa.
Sus piernas son más hermosas que las playas del mundo
Donde recala el mar del universo
Y el infinito insaciable de mis versos.
La vi desnuda bañándose en la azotea bajo la luna llena
Pensé que era la misma luna que había bajado frente a mí
Ah, Betsabé, bésame Betsabé.
Ve lo que me has hecho:
Abandoné mi reino, y olvidé la guerra
No eres la hija de mi juramento
Si no la madre de los secretos de la vida y los misteriosos designios del Señor
Que extrañas pruebas siempre pone perturbando nuestra luz
Como si no pudiera vivir sin lo complejo
Como si ya la luz no fuera el perdón de esta oscuridad
Quizá quiere palabras para rehacer el mundo
Quizá esa es su razón pues indudablemente
De esta historia se ha desdoblado otra vez el Ser.
Para que no perdamos ese hijo Betsabé,
Y que nuestros hijos no se asesinen entre sí
No mataré a tu esposo  
Pero tú te separarás y serás libre,
Pues de por sí no bebes su agria leche
Ni fermenta tu ánfora de fina porcelana.
Salomón nacerá libre de toda culpa y escribirá otro gran canto de amor
Otro Cantar de los cantares superior y eso mejorará este mundo
A pesar del Señor, pues no seguiremos sus intrincados caminos por la oscuridad
(Ahora que nos guía la estrella de Belén, renacerá otro Mundo),
Y quedará satisfecho, Betsabé
Porque ya alguna vez nos enseñó esa lección.
Tu amor ahora nos terminará de perdonar.
Ah Betsabé
No abandones mis palabras Betsabé
Sólo bésalas en la boca para sellarlas con tu salvia de oro y luz
Con la saliva profunda de la eternidad.


Es un canto[1]

Hay un canto que si dejara salir
Rompería el cristal del universo
Es un canto que guarda todo lo que he querido amar
Y no he podido
Hay un canto que ha amarrado mi verdadera pasión
Tan poderosa que al sol derretiría
Desbordaría los océanos, terminaría el infinito.
Un canto que esconde todo lo que he querido solitariamente
Y que si hubiera tenido su otro igual correspondido
Aquel se hubiera transformado
En un lago, una estrella, otro planeta
Que hoy no existe.
Hay un canto que enlaza las más bellas y mejores
Canciones en el mundo
Pero que no se agota
Es un canto tan alto,
Que hace brotar los hongos en la luna
El hades en el cielo
Y el paraíso en las palmas de tus manos.
Es un canto que es las almas de los muertos renacidos
Es el canto de todos los deseos incumplidos
Es el canto que nos levanta
Cada día para vivir
Y que sabia, humildemente se conforma con callar
Para no afectar el cuerpo que lo carga
Pues sería por todos destrozado como un loco.
Es el canto que cultiva mi jardín
Y hace aparecer sus flores
En otra constelación
Y en la galaxia perlada de tus senos.
Tan hermoso es este canto e inmortal
Que he decidido soltarlo poco a poco
Para que no se muera con mi cuerpo
Al que hace longevo y sin final
Para que cuando yo me vaya salve al mundo
Es un canto que todas las lenguas del orbe
Apenas contendrían
Que expresa todas las teorías que pudieran existir
Y el secreto más profundo de la vida.
Es el canto que he escrito para ti
Y que sólo por ti podría ser contenido y cuidado cuando salga.


[1] Paráfrasis de Papini.
(Regresa al Índice general)
Víctor Toledo

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